jueves, 21 de marzo de 2019

Tercer fragmento del diario de la Compañía del Águila escrito por Galnor

Gadesia, 13 de Mayo del año 1250 de la Tercera Edad



 

A la mañana siguiente, una vez mas nos volvimos a encontrar con nuestro misterioso informante y fue entonces cuando pusimos en marcha nuestra jugada. Conseguimos atraparlo en un callejón y forzarle a revelar su identidad. Iba con la cabeza tapada y con ropas similares a los lugareños por lo que supuse que estaba intentando ocultar su identidad.
-Ahora habla y no nos hagas perder el tiempo- dijo Erlendur, claramente enfadado.
-¡Esperad! ¡Es él! -gritó Pangurix.
-¡Es cierto! -dijo Halad- Su cara se parece bastante a la del cartel.
Y nuestro misterioso informante se descubrió la cabeza. En efecto, era el príncipe Balagos.
-¡Todo este tiempo ha estado burlándose de nosotros! -dijo Lidack.
-No, no lo entendéis -empezó diciendo Balagos- tenía que asegurarme que no fueseis espías de mi tío.
-Deberías tener más cuidado -dijo Erlendur bastante serio- Tal vez lo seamos y solo te estamos haciendo bajar la guardia.
-Es difícil que lo seáis -dijo Balagos señalándonos a mi y a Erlendur- Según tengo entendido, es difícil que malas personas vistan atuendos que lleven la hoja verde de Lorien.
-De acuerdo, ha hecho sus deberes. Ahora dinos, ¿cuál es tu situación? -pregunté.
-Hace 6 años escapé de los dominios de mi tío el cual usurpó el trono de mi padre a su muerte. Nunca me hubiera esperado ese cambio de actitud por su parte. Desde entonces, me he mantenido siempre alerta. Unos criados del castillo aún leales a mi padre me ayudaron a escapar y poco después, en la lejanía, escuché los gritos de todos y que se me buscaba. Vagué sin rumbo fijo hasta que conocí a Cirdan, el carpintero de barcos el cual me facilitó un pequeño navío para huir. Y por cosa del destino aquí me encuentro.
-Entonces, llevas 6 años sin saber nada de la Tierra Media...
Esto me generaba cada vez más dudas. Pangurix nos reunió para encontrar a Balagos y resulta que nos encontramos con alguien que se ha mantenido ajeno a los problemas de su tierra. En todos mis años de viaje jamás me he topado con alguien así. Aunque pensándolo de otra forma, tal vez es que no ha podido volver aunque quisiera. Yo realmente esperaba que esto no fuera en vano.
-Ahora que estáis aquí, ¿podría volver junto a vosotros? He de saber que le ocurre a mi hogar -nos soltó Balagos.
Sonreí para mis adentros. No es alguien mezquino y egoísta como se rumoreaba. Es alguien que de verdad quiere a su pueblo.
-¡Y ahora, toca la siguiente parte de la misión! -anunció Pangurix- ¡Ayudaremos al príncipe Balagos a recuperar su reino!
Todos salvo Erlendur y yo se sorprendieron ante esa declaración. En cierto modo, ya sabíamos que todo iba a acabar con un derramamiento de sangre tarde o temprano.
Durante mis dos años en Rivendel, Elrond siempre me decía que en algunos casos, la lucha era inevitable. Que por muy buena que fuera mi capacidad oratoria, siempre iba a haber alguien que no quisiera aceptarlo y eso conduciría a un enfrentamiento. A pesar de que sigo con esa espina clavada, Elrond me hizo entender que lo que ocurrió en Angmar era inevitable y en esa época el destino se puso en marcha para Erlendur y para mi. Hoy me hallo ante otra de esas situaciones muchos años después.
-¡De acuerdo! -dije en voz alta- ¡Afrontaremos esto de la mejor forma que podamos!
Erlendur, con la mano en su espada, asintió e incluso una ligera sonrisa se dibujó en su cara, dándome a entender que estaba totalmente preparado para esto.
-Necesitamos buscar gente, Galnor -dijo Halad.
-Les podemos pedir a los enanos de mi tierra que nos ayuden -mencionó Lidack.
-Y yo a mi vuelta puedo hablar con algunos compañeros míos que seguro estarían encantados de participar por una noble causa -dijo Brego.
-Sea pues, intentemos buscar más gente igualmente. Al fin y al cabo, es un reino lo que vamos a recuperar -dije.
Balagos se conmovió ante nuestras palabras y no hizo otra cosa que agradecernos y prometernos recompensas una vez finalizada esta gesta.
-Por cierto, ¿dónde está Pangurix? -preguntó Halad.
Perdimos a Pangurix de vista un breve instante y lo vimos bastante a lo lejos llegando al tablón de anuncios del lugar. Nos acercamos rápidamente hacia donde estaba y lo vimos arrancando el cartel de Balagos anunciando que había matado al que lo colgó.
-No me lo puedo creer... -dijo Brego.
En voz alta dijo lo que todos pensábamos. ¿En qué estaba pensando este anciano? Pocos minutos después, los guardias de la feria vino a llevárselo.
Erlendur me hizo una señal indicando que él se quedaba a vigilar junto al guardia a cargo de Pangurix para que no hiciera ninguna tontería más mientras yo me iba a buscar a alguien que me ayudara a sacarle de ahí. Halad y yo finalmente dimos con alguien bastante conocido en Gadesia, Connor Blake del grupo Black Chain, que se encargaba entre otras cosas de dar apoyo jurídico a quien lo necesitara. Nos acompañó ante la celda de Pangurix y alegamos que era simplemente un anciano senil que se inventó lo del asesinato. Mientras el señor Blake daba un discurso sobre la violencia, dos desconocidos dejaron abierta la celda de Pangurix. Y el anciano no hizo otra cosa que salir corriendo. Yo me aparté para evitar ser interrogado sobre su extraña conducta, pero por suerte, el guardia lo dejó estar pero muy a su pesar.
 Halad vio en el tablón de anuncios carteles de los distintos grupos y me arrastró un poco fuera del bullicio diciendo que nos relacionásemos con la gente del lugar, pues sería una buena forma de conseguir alianzas para nuestra campaña. Entre la gente con la que nos íbamos encontrando, un grupo en especial, la Tripulación del Ancora, nos dijo que un anciano acababa de pasar por allí para esconderse y empezaron a apuntarle con sus armas. Enseguida entendí que fue Pangurix así que me disculpé ante la capitana Eleanor Flint del Ancora, la cual resultó ser una persona bastante agradable.
Ella entendió rápidamente la situación e incluso llegamos a hacer un trato beneficioso para ambas partes: nos ayudarían en un futuro a cambio de un lugar para poder desembarcar cuando pudieran, un sitio al cual poder regresar. Les ofrecí el puerto de Andrast, en Gondor. El rey Narmacil, gracias a que Erlendur y yo ayudamos en lucha contra los hombres del este, dijo que podíamos hacer lo que quisiéramos con el lugar pues el puerto ya no se usaba.
Tras el encuentro, poco más hubo que hacer. Participamos en las reuniones y asambleas de Gadesia y hablaron sobre un mal que acechaba la región. La gente hablaba sobre no muertos y un poderoso hechicero. Me sabe mal por estas gentes las cuales nos han dado comida y cobijo entre ellos mientras duraba la feria, pero tenía que dar prioridad a mis compañeros y a nuestro cometido. Balagos también quería unirse a la lucha, la cual era inminente pero lo disuadimos diciéndole que si moría, Himling no podría ser retomada, por lo que aceptó regresar a la Tierra Media.
Al día siguiente, un emisario de la cercana ciudad de Erytheia, llegó diciendo que las fuerzas del hechicero estaban en la costa. Pangurix decidió ir a ayudar en lo que pudiera a pesar de mis esfuerzos para que volviéramos todos juntos.
-Yo iré con él, Galnor -me dijo Erlendur con su seriedad habitual- No dejaré que ese escenario se vuelva a repetir. Mientras tanto, debes prepararte para nuestra llegada.
-Amigo mío, sé que una vez que has decidido algo no es fácil hacerte cambiar de opinión, así que solo espero que vuelvas sano y salvo.
Lidack y Halad también se quedarían lo cual me tranquilizaba. Se que ellos podrán volver, debía creer en ello. Brego y yo volveríamos con Balagos en el barco de Fexsor a iniciar los preparativos para lo que estaba por llegar. Cyrion, prácticamente callado durante nuestros días aquí, decidió también acompañar a Pangurix. Establecimos que nos volveríamos a ver en los Puertos Grises y de allí marcharíamos hacia Himling.

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