domingo, 29 de julio de 2018

Sexto fragmento del diario de viaje de Galnor

Celebdil, Día 22 de Marzo del año 1224 de la Tercera Edad
Calculaba que llevábamos alrededor de un día entero escalando por la montaña de hielo haciendo paradas para recuperar el aliento. Era una situación caótica donde no tenía ni idea de cómo terminarla. Nuestros compañeros seguramente hayan empezado el asalto a Angmar y nosotros todavía nos encontrábamos aquí.
Sigo sin saber el motivo por el que acabamos aquí y la forma en la que nos trajeron. Una grieta nos transportó hasta la base de la montaña. Parecía cosa de magia.
Por lo que pude apreciar, estábamos en Caradhras. No sabía exactamente en qué punto, pero por la violencia de la nieve entre otras cosas, esta cordillera era inconfundible. Al seguir el ascenso, pudimos apreciar mejor el paisaje. Una solitartia torre de piedra se alzaab sobre el pico de la montaña. La Torre de Durin, exclamé. Erlendur me miró extrañado pero Mellidian entendió rápidamente donde estaba el lugar al que fuimos a parar. Estábamos en la montaña Celebdil, la que se considera el techo de Khazad-dûm. Y esto no me ayudó a entender la situación. El frasco de Galadriel comenzó a brillar y por algún motivo empecé a caminar hacia la torre.
Una figura traslúcida estaba de pie ahí. No se movía en lo absoluto pero nos indicaba que mirásemos por la ventana de la torre. Dicen que la Torre de Durin solo tenía una única ventana solitaria que servía únicamente para que el rey Durin I pudiera mirar sus dominios desde la montaña. El frasco brilló con más intensidad y me acerqué. En efecto, era una ventana. Pero nuestro nuevo acompañante, un enano traslúcido, atravesó la ventana y la rompió. Trajo los fragmentos y los depositó en mi mano. Cuando nos volvimos a asomar, la ventana estaba intacta, como si no hubiera pasado nada. El “fantasma” por llamarlo de alguna manera, cogió uno de los trozos y comenzó a pulverizarlo a martillazos. Una vez que esto estuvo listo, le hizo una señal a Erlendur para que se acercara y entonces le arrebató la espada para comenzar a dar golpes con su martillo mientras esparcía por encima de la espada el cristal triturado. Al rato, le devolvió la espada a mi amigo y lo mismo hizo con Mellidian.
En mi caso, el fantasma me atravesó y me hizo señales para que volviera a mirar por la ventana. Vi a nuestros compañeros a punto de entrar en batalla. Un sentimiento de culpa se apoderó de mí; tengo que llegar a ellos y ayudarlos en la batalla. Mi padre, Galerion, también luchaba en este contingente para rescatar a Fizel. Y no entraba en mis planes el dejarle caer en batalla.
El enano fantasma también se había hecho con mi espada en algún momento pero no esparció trozos de la ventana triturados. Simplemente susurró algunas palabras, supongo que en su lengua, mientras daba martillazos. Al rato, terminó y simplemente se marchó del lugar.
Pasaron unos minutos y sentimos que el viento se arremolinaba furioso alrededor de nosotros. La nieve cubrió por completo la zona y ya nos costaba ver. Pero entonces, nos dimos cuenta del gran espectáculo que se había puesto para nosotros.

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