domingo, 29 de julio de 2018

Tercer fragmento del diario de viaje de Galnor.

Lorien, Día 25 de Febrero del año 1224 de la Tercera Edad.
A petición de Elrond el cuál mandó a Fizel a buscarnos en nuestra ruta, partimos a los bosques de Lorien, un misterioso lugar del cual se dice que jamás podrá ser tomado por los siervos de Sauron. Al igual que Rivendel, Lorien tiene un misterioso poder que lo protege.
Tras una jornada de viaje andando por el bosque, llegamos al anochecer de ese mismo día a Caras Galadhon, la capital de Lorien. En la imponente residencia rodeada de altos árboles, nos recibió Galadriel, la dama del bosque y el caballero Celeborn de quien se dice que está emparentado con el legendario rey Thingol, esposo de la maia Melian.
Dicen que la dama del bosque puede ver más profundo que otros elfos en los corazones de la gente. Por algún motivo, durante la noche, nos convocó pero solo a Erlendur y a mí. Al llegar, empezó a andar y nos hizo señales para que la siguiéramos. Al cabo de unos minutos nos detuvimos ante una fuente de agua, cristalina y totalmente transparente. Ella nos dijo que nos acercásemos si queríamos saber nuestro futuro pero sin revelarnos nada el uno al otro acerca de lo que viésemos.
Erlendur fue el primero y tras un par de minutos frente a lo que Galadriel llamaba su espejo, retrocedió lentamente, miró a la dama, hizo una reverencia y volvió a mi lado. Nunca lo había visto actuar de esa forma. Parecía que había algo realmente le inquietaba.
Yo fui el siguiente. Con paso decidido fui hacia el espejo. Pensaba que saber de antemano el futuro podría ayudarme a prevenir futuros desastres. Aunque el espejo me mostró algo que al parecer ocurriría próximamente. Una tierra cubierta de hielo se mostraba en la visión. Todos los miembros de Los Hombres Errantes se encontraban en posición de entrar en batalla. Un mal sin precedentes que jamás habíamos conocido se mostró ante nosotros. Con su espada en llamas y su mangual batió a varios de los nuestros. Incluso Erlendur en la visión cayó ante ese ser, totalmente vestido de negro. No había escapatoria posible. El espejo se nubló y la visión terminó.
“No te aflijas, estratega, pues sé que has visto y lo que te preocupa tanto está en tu poder evitarlo. Has de saber sin embargo que la batalla sin precedentes que has visto se hará realidad tarde o temprano”, fueron las palabras de Galadriel que escuché en mi cabeza.
El momento de la partida fue un desconsuelo para mí y para mi amigo. Celeborn mandó traer una extraña espada con runas que jamás habíamos visto y se la entregó a Erlendur. Dijo que él sabría cómo empuñarla en el momento adecuado pero solo funcionaría una vez.
“Y a ti, estratega, te concedo nuestro más preciado tesoro con la esperanza de que vuelva a nosotros una vez finalizada esta afrenta. Sé que serás digno de portarlo en la hora destinada”, me dijo la dama del bosque. Y colocó una joya brillante en mi mano cuyo brillo no podía compararse con nada.
Por aquel entonces no tenía ni la menor idea de lo que era esta piedra pero me encomendé a Galadriel. Pronto todo cobraría sentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario