miércoles, 7 de noviembre de 2018

Noveno fragmento del diario de viaje de Galnor

Rivendel, Día 30 de Marzo del año 1224 de la Tercera Edad. 

Volvimos de Angmar, angustiados por el resultado obtenido. No fue un fracaso total, pero en mi interior sentía el amargo sabor de la derrota. No solo no habíamos conseguido salvar a Fizel sino que su hermana Mellidian había caído en combate. Kennor, líder de los Hombres Errantes también fue una baja significativa. Y eso sin contar a los heridos y caídos por parte de nuestros aliados que lucharon junto a nosotros en esta batalla. 
 Hicimos todo el camino de vuelta en silencio. Quedó demostrado que todavía tengo mucho que aprender y que, a pesar de haber vuelto casi todos, fue un mazazo contundente.  
Volvimos hace 4 díasel 27 de marzo, y enterramos a los caídos en las afueras de Rivendel a excepción de Mellidian y Fizel cuyo entierro se haría al día siguiente. Guardamos todo ese día de luto por nuestros camaradas que ahora yacían en el sueño eterno.  
Elrond fue quien dirigió la ceremonia de entierro de los hermanos. Acudieron todos los elfos del lugar, la gente de nuestro grupo e incluso algunas personas de los reinos del norte y Moria. Hasta Galadriel de Lorien mandó una comitiva para presentar sus respetos. Varios elfos cantaron por ellos y varios instrumentos sonaron ese día. Se contaron historias y se hizo hincapié en ellas en la aparición del Rey Brujo de Angmar y la herida que Erlendur le infligió y nuestra entrada triunfal a lomos de las Águilas. Pero ni siquiera eso me hizo sentir mejor.  Solo quería que el día terminara y poder retirarme a descansar. 
Erlendur se levantó incluso menos enérgico de lo que debería estar. Insistió en irse de Rivendel a pesar de sus heridas y en cierto modo conseguí retrasar su marcha. Me dispuse a hablar con él e intentar calmar sus pensamientos. Se esforzó en mirarme como siempre pero el pesar, la angustia y ese sentimiento de ira y remordimiento por no haber podido hacer nada se le notaban en la cara. Pero aún con todo eso, había más desconcierto que otra cosa. 
-Anoche Mellidian me habló en sueños -me dijo mi amigo. 
Escuché con atención su relato. Y dijo algo que me desconcertó. 
“Adepto a la guerra”, dijo mi amigo. Eso le dijo Mellidian antes de desvanecerse para siempre.  
“Hijo del destino” y ahora “Adepto a la guerra”. ¿Qué puede significar esto?  
Nos dirigimos a Elrond y le planteamos nuestras dudas. Nos contó que el futuro nos reservaba algo y que debíamos estar preparados para cuando llegue.  
-Ni siquiera yo puedo ver más allá de esto pues un poder superior es quien está obrando. Sin embargo,  que puedo ver que vosotros tomaréis parte en algo que escapa a las manos de todos. Muchos más vendrán, incluido un anciano, pero vosotros jugaréis un papel especial en toda esta historia. No os puedo decir más salvo que os mantengáis firmes y os preparéis adecuadamente. 

Nos marchamos de ahí Erlendur me frenó al poco tiempo. Dijo que le había llegado una petición desde Carlodan para trabajar como guerrero ya que se sentían impresionados por sus habilidades tras la batalla de Angmar. Me dijo que aceptaría su propuesta y que no nos veríamos por un tiempo.  
-Si crees que eso es lo que debes hacer, no te detendré, pero por favor, no tomes esto como una forma de venganza. 
-Simplemente sé que debo mejorar mucho en este aspecto. La próxima vez, los derribaré a todos y nadie más preciado para mí caerá de nuevo sin yo hacer nada. No es una declaración de venganza sino de justicia, pero siempre que se derrame sangre inocente, será la de Fizel y Mellidian  –me dijo en tono sombrío aunque decidido. 
No me sentía con fuerzas para responderle. Sabíamos que esto nos iba a pesar para siempre y aunque en espíritu seguían con nosotros, sus muertes nos habían ocasionado más daño de lo que me había imaginado. Un escalofrío recorrió mi espalda como si de un mal augurio se tratara. Miré a Erlendur y desde luego se notaba el cambio en tan poco tiempo. Ahora se le notaba incluso más serio y frío que de costumbre. “No soy quien para cuestionar”, me dije. Yo mismo había tenido parte de culpa en todo esto al no disponer bien de las defensas y arrastrar a todos conmigo. Solo yo tenía que haber partido a la tierra de hielo a rescatar a Fizel y, sin embargo, muchos cayeron por mi falta de competencia. No solo no fui capaz de guiar a los nuestros a la victoria, sino que encima tuvimos varias bajas importantes.  
Ya era de noche y decidimos irnos a dormir. Incluso siendo sueños tormentosos, lo necesitábamos con urgencia. 
A la mañana siguiente Erlendur partió temprano. Las despedidas no son lo suyo así que se fue en silencio y sin avisar a nadie. Sin embargo, yo ya sabía que haría así que me adelanté y lo fui a esperar a la salida del lugar. Me fijé en que llevaba el anillo de Mellidian colgado al cuello y no llevaba sus armas. 
-Las dejo aquí. No es que me vaya a marchar para siempre y dudo mucho que esa extraña espada vaya a irse a algún lugar. Si pasas por Lorien, dile al caballero Celeborn que agradezco su regalo –me dijo- Nos vemos, Galnor. Nuestros destinos siempre estarán atados por muy lejos que me vaya. 
Y partió. Era su manera de intentar superar esto. Así es él, siempre yendo hacia adelante sin importar lo que pase.  
Yo mismo reflexioné sobre el viaje que tenía pensado hacer, pero me di cuenta de mi fallo. ¿Qué haría? No tenía ningún plan acerca de donde ir y qué hacer. Si de verdad quiero ser útil en el futuro, tendré que disponer de nuevos métodos que no solo se apliquen a la guerra. Intentaría evitar todo conflicto que me fuera posible. Fue entonces cuando pensé en Fizel, mi amigo fallecido por causas aún desconocidas.  

Nuevamente me dirigí a Elrond, el cual me comentó acerca de Erlendur y de su partida a Carlodan. Me preguntó sobre mis planes para el futuro y, tras mucho reflexionar, le dije: 
-Mi señor Elrond, quisiera aprender el arte de la curación. Sé que es una petición extraña pero todavía sigo intrigado con la muerte de Fizel pues no le hallo ningún sentido. Y sé que aprendiendo esto, mis dudas podrían quedar disipadas. 
-Fizel murió por las heridas del Rey Brujo. Aunque estuvo a un paso de convertirse en un espectro. Encontramos esquirlas de un puñal de procedencia desconocida, pero si es sabido que luego de ser herido con esa arma Fizel dejaría de ser él mismo –me contestó Elrond- Sé que hay algo más por lo que quieres aprender de mí. 
-Quiero salvar a toda la gente que me sea posible pues pienso viajar por todo el mundo en el futuro. Y sé que con la curación podré triunfar en esta tarea. 
-No será fácil y tampoco seré benevolente. Aprenderás de mí y podrás cumplir con tu cometido, estratega. Partirás a Lorien antes por petición de Galadriel y luego volverás. Ahí será cuando comience tu formación. Y he de decir que no solo te entregarás a eso, sino a otros ámbitos. 
Una semana me tomó el ir y volver de Lorien. Acudí ante la dama del bosque la cual amablemente me ofreció una bebida y me dio el pésame por lo ocurrido en Angmar. También a ella le transmití el misterioso mensaje que Mellidian nos estuvo intentando transmitir. 
-Hijo del destino, así te llamó antes de irse. Y a tu amigo, adepto a la guerra. Todo sigue su rumbo según el destino puesto en cada uno de nosotros. Y tú, estratega, tienes todavía un papel que cumplir en todo esto. Mientras sigas creyendo en que el mundo se puede vivir en paz, todavía hay esperanza en los tiempos sombríos que se acercan.  
Galadriel me pidió el frasco que había puesto a mi cuidado. 
-Cuando el destino se ponga en marcha de nuevo, acude a verme. La luz de Ëarendil será tu guía cuando todo deba suceder. Mientras tanto, debes prepararte hasta entonces. Parte, Galnor. Cumple con lo que te ha sido asignado al igual que Erlendur también lo hace a su manera. 
Al volver a RivendelElrond vino a buscarme. Me iba a pasar los próximos dos años estudiando acerca de las plantas medicinales, pócimas, ungüentos y todo tipo de remedios para curar enfermedades y heridas. Y no iba a acabar ahí. También mis habilidades estratégicas habrían de mejorar al igual que mi uso de la palabra y la astucia. El propio Elrond fue quien me dijo que, a pesar de que yo también supiera luchar, hay otras formas de ser útil a los que me rodean además de emplear una espada. Aunque tampoco significaría que dejaría de lado el poder defenderme en caso de emergencia.  


Mis pensamientos se dirigieron a Erlendur y como sobrellevaba su nueva vida. A pesar de ser bastante bueno luchando, todo sería nuevo para él puesto que tendría que someterse a cierta disciplina. En la semana que pasé fuera al visitar Lorien, mi amigo consiguió hacerme llegar una carta relatando brevemente lo que había. Me decía que en dos años nos veríamos de nuevo. 
-Empecemos, pues –dijo Elrond- La Athelas es... 

Última nota: decido no volver a tocar este diario hasta pasados los dos años. Yo mismo quiero ser consciente de lo que he mejorado en ese tiempo. 

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